Fotaza de Juankar Muñoz |
Tenía muchas esperanzas en esta prueba pero cuando las cosas no
salen como uno había pensado, lo mejor es intentar aprender de los
errores cometidos y seguir para adelante.
Está claro que tras las vacaciones, donde sí que entrené muy
bien, las semanas han ido cayendo una tras otra sin una continuidad
en los entrenamientos. Sin embargo, las buenísimas sensaciones que
tuve hace apenas 15 días cuando hice el Triatlón Olímpico de
Getxo, organizado por el Santander, me hicieron pensar que lo
entrenado en vacaciones aún me servía. Pero va a ser que no.
Las diferencias entre ambos triatlones son abismales, sobre todo
en el recorrido ciclista. En el primero, es un circuito llano, que
apenas llega a los 35 kilómetros y en el que si consigues meterte en
un grupo, puedes, rodar sin apenas cansarte, lo que te deja las
piernas muy frescas para luego poder correr. Sin embargo, en Bilbao,
aunque el recorrido no ha sido tan duro como en otras ediciones, el
no haber entrenado en condiciones ha hecho que sea un recorrido duro.
Lo que más me echaba para atrás antes de pensar seriamente en
hacer el Triatlón, era lo de nadar en la ría. Los que hemos visto
hace años cómo estaba, quizá somos más reacios que los jóvenes a
meternos en el agua. Pero al final cedí y me apunté.
Viendo cómo me había salido el Triatlón de Getxo, me había
hecho ilusiones de acercarme a las 2 horas y media.
El viernes por la tarde, nos acercamos a recoger el dorsal y la
bolsa del triatleta, donde la verdad, me esperaba encontrar algo más
de lo que había: un bidón de Spiuk, y una camiseta negra, de
algodón, con un diseño de lo más minimalista en el que por no
poner, no pone ni el año de la prueba.
Además, según había visto en la Guía del Triatleta, el gorro
de la distancia Olímpica para los federados era azul, con el logo de
la prueba, pero en mi bolsa, había uno morado, de una
calidad.....ínfima, y con el número de dorsal escrito en una
esquina con un rotulador plateado. Al verlo pensé que sería para
todos igual. Luego en casa preparé todo a conciencia para no dejar
nada pendiente para el día siguiente.
El caso es que llegó el sábado y no estaba especialmente
nervioso, y al revés que casi siempre que tengo prueba, dormí casi
del tirón.
Fuimos con tiempo a la zona de boxes para dejar con calma todo
preparado. Cuando estaba esperando en la cola de control de material,
me dice una jueza de la federación, que le enseñe el gorro. Al
verlo, se que da extrañada y le pregunta a otra jueza a ver si los
gorros eran morados o azules, y le contesta que azules. Así que
resulta que a mí, me ha tocado el gorro cutre, distinto al de los
demás participantes de la prueba. Le pregunto a la jueza por si
tendré algún problema por llevar el gorro distinto y me dice que
no, que esté tranquilo y que no pasa nada si ese es el gorro que me
han dado. El caso es que ya me he quedado sin el gorro original como
recuerdo
Así que paso a boxes y empiezo a dejar las cosas. Todo en orden.
Me pongo el neopreno junto con Iraitz, dejo la mochila en el
guardarropa y me acerco a la zona de salida. Hay que estar en el agua
un ratito antes de la salida. Es mi bautismo en la Ría. No voy a
negar que al acercarme, me estaba dando cierto repelús, pero como no
había otra opción, respiré hondo y me lancé al agua. Para mi
sorpresa, no noté ningún olor raro. Es más, en algún puerto en el
que hemos nadado, el olor era mucho más fuerte que aquí. La
visibilidad bastaste escasa, pero es normal. Y la temperatura, algo
fresca pero con el neopreno sin problema.
Caliento un poco y cuando se va llegando la hora de salir, me voy
acercando. Me quedo en una discreta tercera línea. No hay mucha
gente, así que no será complicado coger una buena posición para
evitar golpes.
No se porqué, pero a pesar de no haber mucha corriente, a pesar de
que evidentemente no hay olas, tampoco aglomeración de gente....no
voy a gusto. Nada. Sensación de brazos pesados, sin encontrar el
ritmo cómodo, encima el sol molestaba a la vista cuando sacaba la
cabeza para respirar. mal. Deseando acabar el sector desde el primer
momento.
Al final, viendo el tiempo (25 minutos justos), el ritmo no es
malo, pero las sensaciones pésimas. Aunque por otro lado, estoy
contento por haber quitado el "miedo" a nadar en la Ría.
La transición la hago bastante rápido, saliendo creo que en
buena posición para la bici.
Este sector lo conozco bien. La subida que hacemos por Enekuri
hasta el Vivero, la he subido bastantes veces y conozco cada curva.
Así que sabiendo que es una subida tendida casi todo el tiempo,
puedo apretar en los tramos más llanos, metiendo incluso el plato en
algún tramo largo. Cuando yo estoy llegando a la bajada, me cruzo
con Iraitz, que lleva buena cara. Aunque aún le queda para llegar al
giro así que creo que en la bici no me pilla.
Y la bajada por Bengoetexe, espectacular. A pesar de estar húmeda,
de ser revirada y bastante pronunciada, el saber que tienes todo el
ancho para ti, da mucha tranquilidad. El Garmin me marcó como
velocidad máxima 74km/h, que es si no me equivoco la mayor que he
cogido nunca en bici. Voy disfrutando de la bajada y controlando a la
vez, si querer adelantar al que llevo delante por no tener un choque.
No me fio de que me de tiempo a pasarle antes de llegar a las curvas.
Una vez acabada la bajada, comienza un tramo por la general en el que
nos han dejado todo un carril para nosotros. Ahí, a la altura de
Etxebarri casi tengo que frenar de golpe. El bíceps femoral me da un
serio aviso de que quiere descansar. Así que no me queda otra que
bajar el ritmo y poner el piloto automático hasta llegar a Begoña,
donde ya es casi todo bajada o llano hasta llegar de nuevo a Boxes.
En la a segunda transición, enseguida vi que corriendo iba a
sufrir. Según me agaché para quitarme las zapatilla de la bici y
ponerme las de correr, los gemelos protestan.
Al principio parece que voy a poder correr medianamente a gusto,
pero ya a la altura del túnel del Guggenheim, la cabeza me empieza a
decir que me vuelva para la meta. Las piernas no responden, y los
isquios protestan. Sobre todo el izquierdo. Tanto, que cada no
demasiados metros tengo que parar y echar a andar. Si no llega a ser
porque mi familia está en Deusto esperando a que pase, habría
abandonado.
Llego al primer giro, en Pío Baroja y no veo a nadie controlando.
Sólo están los conos para hacer el giro. Me sorprende. En la otra
orilla, cuando llego, lo mismo. Solo los conos al inicio de Campo
Volantin.
Antes de llegar al Puente de La Salve, me pasa Iraitz que aunque
no está volando como yo pensaba, va mucho más rápido que yo.
Hace rato que voy echando de menos beber algo. No ha habido ningún
avituallamiento en todo el sector de carrera, y ya estoy llegando al
kilómetro 6. Más o menos por allí, están Patri, Alba y mis
padres. Primero veo a Patri, que me pregunta a ver que me ha pasado,
porque voy muy retrasado según los tiempos que les había dicho. Le
cuento lo de los isquios. Y me paro con ella a beber en una fuente.
Poco a poco sigo corriendo, y llego hasta el giro del Puente
Euskalduna, y veo de nuevo que no hay ningún tipo de control en el
giro. No entiendo que no haya nadie controlando.
Vuelvo a parar en la fuente a beber.
Cuando ya estoy llegando de nuevo a Zubizuri para cambiar de
orilla y tirar ya para la meta, veo que están montando un
avituallamiento para los de la distancia HALF. Es nuestro kilómetro
8. Les digo que me den un vaso de agua y me lo dan, aunque en
realidad no era para nosotros.
A duras penas llego a meta, una meta a la que para el público es
prácticamente imposible acceder por lo que queda bastante
desangelada, además de ser una llegada rara, con un último giro de
180º que no tiene mucho sentido.
Acabo en 3:00:05 aunque no entiendo porque en la clasificación me
pone 3:01:29
Al ser la bolsa que nos habían dado con el dorsal tan escasa,
pensaba que en meta nos darían alguna camiseta de Finisher, alguna
medalla, o algo... pero nada. un par de voluntarios que me miran como
las vacas al tren, y nada más. Avituallamiento abundante, eso sí.
Me tomé una Radler casi de trago. Estaba seco. No puede ser que no
hubiera ningún avituallamiento en todo el sector de carrera.
Me doy prisa en ir a boxes a sacar la bici y todo lo demás,
porque en breve lo van a cerrar y ya no se puede acceder hasta las 5
de la tarde.
Cojo la bolsa del guardarropa y una voluntaria con bastante malas
formas, me dice que me salga a la calle a vestirme, que allí dentro
(en el museo marítimo), queda muy feo. No niego que quede feo, pero
cojones, dilo de otra forma. Total que me cambié en la puerta del
Itsas Museum.
Me ha dejado un muy mal sabor de boca el Triatlón, y no hablo de
mi resultado deportivo. No me ha gustado nada el hecho de que no
hubiera un avituallamiento, me ha defraudado la bolsa, me ha
defraudado la llagada, y sobre todo la falta de control en los giros.
Desde luego no volveré. Con todas estas malas sensaciones, escribí en la página de Facebook del Triatlón el siguiente texto, que de momento no ha tenido ningún tipo de respuesta:
Ahora no queda otra que cambiar el chip y comenzar a entrenar para
el próximo objetivo. La media maratón de Vitoria, con la intención
de bajar holgadamente de la hora y media.
No hay comentarios:
Publicar un comentario