Próximas carreras (o al menos, intenciones)

Historia del Atletismo (del mio) - Capitulo 2 - Mi primera Herri Krosa



Después de mi fugaz paso por el atletismo federado, (véase el capítulo 1), la siguiente ocasión en que el mundo de las carreras se cruzó delante de mí, fue en 1991, cuando una todavía joven carrera, intentaba hacerse un hueco en Bilbao. La Herri Krosa.
Hasta la fecha de hoy, se han celebrado 22 ediciones de esta popular carrera y yo he corrido cuatro veces. Hoy os hablaré de la primera vez.

A principios de cada temporada de waterpolo, dedicábamos unos días a ir a correr. Algunas veces por el Parque de Etxebarria, y otras veces dando vueltas al tatami del gimnasio de Maristas . Pero como mucho corríamos 45 minutos, y a un ritmo que hoy en día sería de paseo. Pero entonces no lo era.

El caso es que ese año, algunos de la cuadrilla que solíamos hacer deporte, nos propusimos correr la Herri Krosa. 10 Kilómetros. Yo creo que nunca hasta ese día había corrido tanta distancia.
Llegó el día de la carrera sin haber entrenado ni un solo día. Nos lo tomamos como una cosa normal y corriente, algo que en cualquier momento puedes hacer, te pones una camiseta un pantalón y cualquier par de playeras que tengas por ahí, y a correr. Ilusos.

Bajamos a la Gran Vía y sin calentar ni un solo metro nos colocamos en la abarrotada línea de salida. Cuando por fin sonó el pistoletazo, nos dejándonos llevar por la marea y empezamos a correr. ¡¡¡ Qué manera de sufrir !!! Los kilómetros se me hacían eternos y por más que intentaba coger un ritmo cómodo, notaba cómo el corazón quería salirse del pecho.

Después de colarnos unos cuantos centenares de metros en Deusto, apretamos el ritmo y conseguimos llegar a meta en menos de una hora. Hoy en día, lamentable, pero en aquel entonces, y a pesar de haberme colado, me pareció un tiempo estupendísimo.
También fueron estupendas las agujetas de los días siguientes. Imposible dar un paso sin que las patas protestaran. Y que contar de ese domingo por la tarde, tumbado en el sofá, sin poder moverme del cansancio.
Aún recuerdo subir la cuesta de Iturribide con Juanma. Íbamos los dos como verdaderas almas en pena.

Desde aquel día y hasta la siguiente vez que obligatoriamente tuve que calzarme unas zapatillas para correr, no volví nunca a pensar en correr ningún tipo de carrera, salvo los ya mencionados entrenamientos de principios de cada temporada de waterpolo.

Quién me iba a decir por aquél entonces, cuando apenas tenía 19 años, que siendo ya un viejales de 36 tacos, iba correr maratones.

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