Próximas carreras (o al menos, intenciones)

Historia del Atletismo (del mío) - Capítulo 3 - La Puta Mili



Firrrrrrrmes, arrr.

Febrero de 1996.
Si, llegamos a la mili. Yo fui uno de los últimos en hacer el Servicio Militar Obligatorio, más conocido como la Puta Mili. Y dentro de lo que cabe, yo fui uno de los afortunados que “sólo” perdió 9 meses en cumplir con la patria. Además me tocó cerca, en Pamplona, y salvo el campamento, 2 meses que estuve en el cuartel de Berriozar, el resto lo hice en el Gobierno Militar, en oficinas. Así que dentro de lo malo no lo pasé mal.

Y es en la mili donde vuelvo a cruzarme con el atletismo.

Ya no recuerdo, pero creo que era a diario cuando debíamos ponernos el chándal, la camiseta y las zapatillas para hacer gimnasia, que bonito conjunto. Las zapatillas, ideales para la practica del atletismo ya que tenían una buena amortiguación.



Bastante de esos días nos dedicábamos a correr por una pista que había rodeando el cuartel, después de unos bonitos y coordinados ejercicios de calentamiento conjunto en el patio.

Durante el periodo de instrucción, en el que nos enseñaban cosas tan útiles como desfilar, disparar un Cetme, canciones sobre el honor, tácticas de guerra bacteriológica... (cosas todas ellas que me han servido de mucho en mi vida), como digo salíamos a correr por pistas llenas de piedras y barro. Fue en ese tiempo cuando sufrí mi primera lesión de rodilla.

Durante una de esos entrenamientos, me empezó a doler la rodilla izquierda, tanto que al final no podía ni andar. Entre dos compañeros me llevaron a la silla de la reina hasta la enfermería. Durante el trayecto, nos cruzamos con un teniente, que muy amablemente nos preguntó a ver si me estaban llevando así por cachondeo. Menos mal que le convencimos de que no era así, y de que me dolía de verdad, que si no igual estamos todavía en el calabozo.
El caso es que me diagnosticaron gracias a las diferentes, costosas e intensas pruebas que me hicieron, una tendinitis. Me dieron una pomada y Rebajado. Me tiré dos semanas sin hacer instrucción, sin volver a casa el fin de semana y al final juré bandera en enfermería.

Y pasaron dos meses. Y nos dieron destino. Y llegué al Gobierno Militar de Pamplona, en pleno centro de la ciudad. Allí ya no teníamos obligación de hacer gimnasia por las mañanas, aunque si queríamos hacer, podíamos, siempre que a las 10 estuviésemos en nuestro puesto. Como estábamos al lado del parque de la Ciudadela, salíamos todos los días, unos a correr, otros a jugar a pala en el frontón, y otros a pasar el tiempo.

Al poco de estar allí, convocaron pruebas de ascenso a Cabo. Y yo me presenté claro, porque en lugar de cobrar las 1500 pesetas que cobraba al mes, podía llegar a las 10.000. El teórico lo pasé sin problemas, y la parte práctica consistía en dar dos vueltas a la ciudadela corriendo. Yo pensaba que ya lo tenía, pero... no tenía la práctica que tengo ahora en esto de correr. Empecé bien, regulando y yendo en el grupo, pero cuando íbamos a completar la primera vuelta me escapé. Cogí una buena ventaja y creía que podía llegar así hasta el final, pero mis piernas no estaban acostumbradas a correr rápido durante mucho tiempo, así que se fueron cansando, y bajando el ritmo, y la caja tampoco funcionaba como ahora, así que los pulmones también dijeron basta (buena caña les metía entonces con el tabaco). Me cogió el grupo. Me pasó el grupo. Me pasó hasta el último.

No llegué a Cabo. Pero no pasa nada. Si hubiera llegado a ser Cabo seguramente no hubiese podido tirarme los 7 meses que me pegué jugando al Golf en el ordenador con el Sargento. Que tiempo más bien invertido
Descansennnnnnnnnnn, arrr.

2 comentarios:

  1. Bonita historia Victor, por lo menos ya tienes algo para contar a los nietos, a parte de los Maratones.

    Por cierto, ya no te queda nada para el de Sevilla, suerte y que salga todo muy bien, que para eso has entrenado tan duro.

    Saludos!

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  2. Jeje, si, la mili y sus historias.
    Lo mismo te digo. Barcelona está cada vez más cerca, así que dale duro.

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